Todos los días del año en nuestros hogares, centros de trabajo, medios y redes sociales tiene lugar un debate acerca de nuestra interacción con otras personas en la calle. Desde el momento que ponemos un pie fuera de la casa ingresamos automáticamente a una esfera en la que debemos convivir con personas que se mueven en el mismo modo de transporte que nosotros y también con aquellas que se mueven en otros modos de transporte.
Si bien existen normas de conducta dictadas por la costumbre, normas que muchas veces seguimos sin darnos cuenta y por sentido común tales como hacernos a un lado si otra persona camina de frente hacia nosotros, colocarnos hasta atrás de la fila para abordar el transporte público o cruzar en nuestro automóvil una avenida hasta que no haya vehículos circulando, lo cierto es que el conflicto siempre está latente en la interacción humana y por lo tanto la convivencia en la calle siempre está sujeta a debate.
Desde un recargón en el transporte público, una mirada lasciva o una palabra acosadora mientras se camina, un claxonazo de coche a coche o de coche a peatón a ciclista o motociclista hasta llegar a una colisión vial, la calle es un espacio en permanente conflicto que exige además de la costumbre y el sentido común, normas que deben ser cumplidas y autoridades que deben hacerlas cumplir.
Para poder evaluar un conflicto vial en todo su contexto hoy tenemos un criterio general que nos permite identificar qué modo de transporte debe tener prioridad en el diseño del espacio vial, en la asignación de presupuesto y en la creación y cumplimiento de leyes para su convivencia. Se trata de la pirámide invertida de la movilidad.
La Organización Mundial de la Salud determinó que la prioridad en las calles debe estar jerarquizada en función de la equidad, el beneficio social y el grado de afectación al medio ambiente. El orden de acuerdo a esta jerarquía está dividido en cinco peldaños. En primer lugar, se debe dar prioridad a personas a pie y en silla de ruedas, especialmente a personas con discapacidad, adultas mayores, infancias y sus cuidadoras, caminar es el modo de desplazamiento más universal, eficiente y el que menor impacto medioambiental causa. Conlleva una gran actividad física combatiendo el sedentarismo, los peatones son el colectivo más débil pero también son el mayoritario, no olvidemos que todos somos peatones. En segundo, están los ciclistas que representan un modo de transporte eficiente, económico, sostenible y saludable. En tercero, está el transporte público que, comparado con el vehículo particular, es mucho más eficiente, su uso permite reducir el impacto medioambiental y es más económico. En cuarto lugar, está el transporte de carga que ofrece un servicio vital para la economía y para la sociedad, debido a que facilita el transporte de suministros entre las diferentes ciudades, debe estar limitado y regulado con horarios y espacios restringidos para evitar las horas pico. Finalmente, en quinto lugar, están los automóviles y motocicletas que ocupan un gran espacio, sus conductores son causantes y víctimas del mayor número de muertes y lesiones graves y además producen un alto impacto en el medio ambiente por sus emisiones contaminantes, así como por el ruido que provocan.
El principal objetivo de la pirámide invertida de la movilidad no es evitar los conflictos, estos son inherentes a los seres humanos, su objetivo es regular la convivencia en la vía pública tomando como prioridad la integridad de las personas. El debate en la calle estará siempre presente, lo que debemos evitar es que alrededor de ese debate existan muertos o lesionados graves. Así sea.
Columna publicada el 29 de abril en el diario local y plataforma digital Penínsular Punto Medio bajo el título El debate de lo ocurre en la calle